«El arte de romperse»
La técnica y/o el arte del Kintsugi esta muy presente hoy en día. En un mundo industrializado y tecnológico el ser humano esta buscando recuperar técnicas tradicionales que nos recuerdan nuestro lado más humano y que nos conectan mas con nuestro lado espiritual.
La reparación de piezas con un valor propio, que va más allá de su función original, es toda una filosofía ligada a la reutilización, el reciclaje, el valor de lo hecho a mano así como una muestra de que aun en los objetos “imperfectos” puede haber trazos de perfección.
Además la técnica del Kintsugi aporta un valor más refinado a la pieza, así como el trabajo manual añadido, fruto de la restauración.
Tomando como punto departida estos valores siempre presentes en el Kintsugi o Kintsukuroi muchas artes y actividades humanas se han visto tocadas en algún punto por este arte.
Seria muy extenso hablar de todos los aspectos del saber humano donde hay alguna representación o influencia del espíritu del Kintsugi pero si es importante dar un vistazo a algunas de ellas con las cuales nos demos una idea de todo el alcance de tan bello arte.
“El mundo nos rompe a todos, y luego entonces, algunos se hacen mas fuertes en los lugares rotos”
Ernest Hemingay
Wabi Sabi 侘 寂
Cabe mencionar que la filosofia Wabi Sabi, más que ser influencia por el Kintsugi fue por el contrario, parte de su origen, ya que esta corriente se enfoca en la belleza de las imperfecciones.
¿Que significa Wabi Sabi?
Las palabras wabi y sabi no tienen una traducción exacta. Anteriormente Wabi hacia referencia al aislamiento y soledad de vivir en la naturaleza. Sabi significaba «marchitado» o “decadente”. Alrededor del siglo XIV su connotación empieza a tomar otro sentido más positivo. Ahora Wabi evoca simpleza rústica, quietud, aplicandolo tanto a objetos creados por la naturaleza como los hechos por el hombre, así mismo aplica para los “defectos” en el proceso de fabricación, a su vez Sabi es la belleza o serenidad que aparece con el paso del tiempo, cuando la vida del objeto y el paso de los años través de este se evidencian en su desgaste y apariencia.
El Wabi-Sabi es descrito como una visión estética y una forma de entender el mundo inspirada en el budismo y basada en la belleza de lo imperfecto, en lo fugaz y en la no permanencia de la vida, que podría resumirse como “Nada dura, nada está completo y nada es perfecto”.
Este punto de vista estético y filosófico está vigente en Japón en todos los aspectos del vivir cotidiano, que van desde lo arquitectónicos hasta lo artístico, en objetos que van desde el aspecto natural al rústico y se caracterizan por su asimetría, aspereza o sencillez y por estar a veces desgastados o agrietados. Se trata de un concepto que también puede aplicarse a nuestra forma de entender la vida y de vivirla.
Al contemplar el arte de Kintsugi (Kintsugiart) uno puede ver de inmediatamente su poder transformador. Las piezas rotas de un tazón se unen hábilmente con laca y polvo de oro para crear una nueva pieza única, con lo cual surge la inevitable pregunta: si algo tan hermoso puede surgir de los fragmentos de un tazón roto, ¿podría ser posible algo similar en nosotros con las partes emocionales rotas que creemos no tienen la posibilidad de reparación?
«Wabi-Sabi» es el arte japonés de la búsqueda de la belleza en la imperfección.
Kintsugi y el Arte de la Resiliencia
Mientras que la forma original del tazón ha sido destruida para siempre, a través de la alquimia de Kintsugi, su belleza esencial no solo sobrevive, sino que prospera. Dicho de otra manera, la transformación va mas alla de solo unir los aspectos de nuestra vida fragmentada, sino en una reinvención total del “yo” en la que nuestras piezas rotas se amalgaman en una obra maestra hermosa y próspera.
Veamos las tres prácticas esenciales de Kintsugi que hacen posible esta transformación de vida tan milagrosa.
Haciendo posible lo imposible
La primera práctica básica en Kintsugi es dejar a un lado nuestras tendencias emocionales auto-destructivas, lo que nos hemos dicho a nosotros mismos sobre lo imposible que es recuperarnos de nuestras perdidas y sufrimiento. Y no solo eso, sino también para liberarnos de nuestras responsabilidades y para mantener nuestras vidas fragmentadas como un recordatorio de cómo hemos sido injustamente tratados. O en el peor de los casos, nuestra tendencia a apegarnos a las desgracias como una forma de reafirmarnos y a los demás que somos como «objetos dañados», sin derecho al amor, reconocimiento o éxito.
Decía el gran poeta sufi Rumi…
«La herida es el lugar donde la luz entra en ti».
He aquí donde podemos empezar el cambio y darnos cuenta que nuestras heridas pueden dejar de ser destructivas y cambiar de lo imposible a lo posible. Cuando empezamos a hacer esto empezamos a andar el camino de la transformación.
Preparando el adhesivo
La segunda práctica de Kintsugi es preparar el aglutinante dorado para volver a unir las partes rotas de nuestras vidas. Aquí la importancia del encontrar el equilibrio entre los ingredientes es fundamental. Ya que podría resultar muy blando y perder forma o por otro lado demasiado fuerte y por ello muy frágil impidiendo una unión permanente
El «aglutinante» representa nuestro apego al refuerzo positivo y a la nuestra expectativa de cuán rápido debemos progresar. Demasiado apego solo al movimiento rápido y positivo limita nuestra disposición a aceptar reveses. Debemos estar abiertos a retrocesos y además permanecer abiertos una y otra vez hasta que lo que se esta uniendo de nuevo dentro de nosotros haya tenido tiempo suficiente para “curar” en su totalidad.
El «oro» en la analogía representa nuestro deseo de ser sanados. Avanzar demasiado rápido, asumiendo que estamos curados antes suponiendo que estamos sanados antes de lo que realmente estamos y poner demasiada fe en poderes mas allá de nuestra propia capacidad son trampas que debemos evitar mientras que preparamos el adhesivo dorado para nuestra transformación.
Sentir de nuevo cada pieza rota
La tercera práctica esencial de Kintsugi es, cuando nos comprometemos en nuestro propio proceso de reconstrucción, volver a experimentar cada fragmento roto dentro de nosotros para poder conocer su forma, posición y sensación exactas. Cada pieza debe ser devuelta a su posición original dentro de nuestra psique si vamos a transformarnos de lo roto a lo bello. Cada fragmento hiriente de confianza dañada o cuidado destruido debe manejarse con cuidado para evitar ser lastimado nuevamente.
Pero debemos estar dispuestos a tocar y sentir a cada uno de esos fragmentos con las «manos de nuestro corazón» para así conocerlos íntimamente y poder aceptarlos a todos en nuestro nuevo yo transformador
Este no es un proceso de indulgencia, de dramatizar el pasado o sentir lástima por nosotros mismos o culpar a otros, más bien es un proceso sagrado de re-experimentar las partes de nuestra humanidad que conforman nuestro yo más grande, más fuerte y más hermoso. Si bien es posible que hayamos estado tan profundamente heridos que lo que menos queremos es volver a repasar nuestros traumas y dolor, al tener el coraje de hacerlo, descubrimos que si bien nuestra identidad puede haberse roto, somos mucho más que esa sola identidad, somos un contenedor sagrado para lo que conforma nuestras vidas, un «jarrón de posibilidades» que se muestra orgulloso y completo como un próspero legado de la belleza, la gracia y la resiliencia del Espíritu Humano.